domingo, 12 de septiembre de 2010

El 'Apocalipsis' en el Transmilenio

Nunca me la he llevado muy bien con los niños, les tengo miedo, les huyo, me fastidian, nunca sé qué decirles, ni qué hacer con ellos, les temo, me delatan, no les quiero. En cambio, a los ancianos… Los ancianos me entretienen, me enredan, me hacen sentir feliz, no porque me compare con ellos, si no porque son misteriosos, apacibles, ´quejosos´ inconformes y críticos. Ahora, quién me iba a creer, que son ellos los que siempre me han dado las teorías de conspiración más cuerdas de mi vaga vida (Si eso es conspiración). Pues, me las han dado ellos y, esta vez en un bus de Transmilenio; una mujer anciana, todo me lo ha dicho, desde la ‘Silla Azul’. En resumidas cuentas y, para no hacer más largo este cuento con mis vagas acotaciones, voy directamente al bus. Estoy de pie, frente a la puerta del bus, agotada, me dolían los pies, la espalda, la cabeza y ví esa silla azul detrás de mi. La vi varias veces, como haciéndole cacería, hasta que no me resistí ese trancón, caí ante el hechizo de la ´silla azul´. Me iba acercando lentamente, la mujer anciana que estaba al lado, me decía invitándome; ´Sí, siéntese mija, porque seguro pasó algo (Se me hacía muy extraño que tan tarde en la noche, estuviera esta anciana fuera de su casa) y como lo habrá hecho el Transmilenio, ahí si no saldrá en las noticias´.
Yo sólo quería sentarme. Asentí con la cabeza para no ser descortés (Debí serlo) y éste gesto fue lo que me costó mi tranquilidad y descanso en la silla azul. Entonces, ella siguió, ´Sí, es más por qué cree usted mija, que están rehaciendo las calles?’ Yo dije: ‘Umm…’ no más, lo juro! Ella continuó: ‘Pues, las achican para que haya trancones y la gente decida subirse al transmilenio y, por qué cree que las campañas de medio ambiente, cesaron? Pues, porque el transmilenio es lo más contaminante, no mas compare el carril por donde van todos los carros, y los carriles por los que va solo el Transmilenio, hay puras líneas negras, fíjese (Yo, apenas podía ver la calle) El hermano o familiar del alcalde es dueño de Cementos Paz del Río, se están enriqueciendo y a nosotros nos están obligando a meternos en este horno. No, es que a mi me preocupa.
Ha entrado en un drama ésta mujer, y se ponía cada vez peor, se le cortaba la voz y la respiración, pensé que le iba a dar un ´patatus´, por Dios! Le dije; señora, cálmese, hay que pensar en otras cosas, usted sola no puede cargar con todo (Ay, que bobada he dicho, rezagos de la cátedra de religión)

´No, pero es que si todos pensáramos lo mismo (entre sollozos) si habláramos, mire, yo he ido a todos lados, me he quejado, mi calle también está deshecha. Todas las calles por las que transitan la mayoría de los carros, las principales, las están achicando, a quién se le ocurre hacer un andén junto a un río?’.’Ah! el Apocalipsis se está cumpliendo, es que usted no sabe por lo que van a pasar las próximas generaciones y ésta. Yo voy a orar mucho por usted. Su voz me parece tan bonita´
(Me iba a ganar la salvación, sólo por mi voz, porque del resto, ya sabremos)
La gente que estaba a mi alrededor, a mi vista pasaron a ser figuras inmóviles de cera, todos habían conspirado para que yo tuviera que escuchar a ésta mujer, fue como si la silla azul fuera el agujero negro al que yo había ido a dar, tan pronto me senté allí. Quise cambiarle el tema (esto era de vida o muerte, después cargaría en mi conciencia con la asunción de esta anciana) Y usted, a qué se dedica?, le pregunté constantemente… Tomando alientos entre sus sollozos, contestó: ‘Yo soy pensionada’ (respuesta obvia a su avanzada edad), era maestra, normalista, Ah sí? (fingiendo repentino interés y entusiasmo en sus respuestas) y de qué grados?, qué materia dictaba usted? Así, constantes fueron mis interrogantes, para que la anciana se calmara, en pocas palabras para que a ésta mujer no le diera un paro cardiaco en la silla azul.
Finalmente, le dejaba; hasta luego señora, gusto en conocerle (debía agradecerle por mi ruta bizarra) que le vaya bien. No terminaba la última palabra, cuando la mujer ‘No, qué coincidencia, yo también me bajo aquí ‘ (esa noche tuve que hacer la ruta más larga a mi casa, para no coincidir con la anciana)
Yo no sé ustedes, qué tan extraño les suene esto, pero para mi fue como si alguien me observara. Llegué al apartamento (molida) y cerré la puerta con cerradura. La anciana lograba infundir en mi su paranoia.