viernes, 30 de julio de 2010

El día en que Carla supo que su vagina era diferente

Y ahí estaba yo, como de costumbre; un café y un palito de queso, (rollo de queso que venden en las cafeterías) en el comienzo de la jornada, hablando con todos y de todo. De repente, un ente masculino suelta el preludio de lo que sería un descubrimiento para Carla… y para todos los presentes, sobre Carla. Flashback: Previamente, en uno de los programas se había hecho una exploración visual de un personaje que gusta de las perforaciones (ablación) y tenía una de esas en su vagina) Hablando, hablando… hablando, dice el ente: “… pero esa vagina era como fea, rara y muy parecida a una lechuga, floreada, ¿no?” Rompemos en carcajadas, miradas van y vienen, y en medio de aquello, Carla mece sus ojos y exclama: “¿Cómo no es normal eso?”
Upps!!! Carlita no tenía vuelta atrás, debía afrontar la confesión de su particular defecto, y sortear su asombro (como quien descubre frente al espejo que tiene una pierna más corta que la otra o viceversa)
Las mujeres presentes (4 mujeres vs. 3 hombres, porque es un hecho, hay sobrepoblación de mujeres) identificamos nuestras vaginas en una fotografía, buscada en la blackberry de Dora, a través de google. Aquí les dejo el link, para quien quiera ver las diferentes clases o por si alguna de ustedes quiere comparar con la suya (ver aquí)
Una a una, fuimos pasando por la prueba de señalar, cuál era como la suya. Los hombres presentes que habían sido el detonante de este develamiento (como en todo, tiran la piedra y esconden la mano) habían pasado a segundo plano. Esto era cuestión de orgullo femenino. Carla, que es desparpajada, sencilla y carismática había salido sin pena, ni gloria, ante su descubrimiento, una mañana en la que descubrió tener ‘algo diferente’. Hoy no pensamos en la vagina de Carla. Sólo recuerdo con gracia a Carla (y yo, orgullosa de la mía).

miércoles, 28 de julio de 2010

La tarde en que no dejé que una mujer cayera al suelo

Y aquí estaba yo, escuchando a esta pobre mujer romper en llanto, quebrantándose a medida que expresaba todas sus frustraciones (qué tengo yo, que me encuentro con todos los desesperados, deprimidos y personajes que salen de armarios, ¡sin despreciar!) Por momentos se me recogía el corazón al oírla; y yo, que soy insensible para estas cosas.
Íbamos a un foro de libertad de expresión,pues qué más podía hacer yo, que dejarla continuar.
Por mi cabeza iban y venían ideas de cómo "salvar" a esta mujer que había dicho ya: no tengo motivos para despertar, quisiera acabar con esto, es que lo que yo quiero es morir, ésta mujer que aparentemente tiene todo para hacer lo imaginable, se doblaba y desbarataba en estos momentos. Sin sueños,ni motivaciones. Y yo, que tan simple soy para esto, me desbordaba en frases de aliento (no supe de dónde las obtuve, pero eran convenientes y tan ciertas)
En toda esta intimidad que se había desplegado dentro del carro (temí por mi vida, porque era ella quien conducía) llegué a olvidar quiénes éramos para abordar la situación. Y es que no cualquiera se mete en esto y sale ileso. La presión, la duda y las expectativas son tan grandes que si te invaden, te doblegan fácilmente. Y no era la primera vez que me tocaba una sesión de penas. Por lo visto todos estaban más locos que yo, que no llevaba ni la mitad de vida que ellos y con un sueldo que me había sido retirado temporalmente por mi jefe, que también atravesaba una crisis. Pues, con poco dinero y con mi esfuerzo por lograr algo en pleno. Ésta mujer, daba sin velos todas las consecuencias de vivir en ello.
Finalmente, después de que en mi cabeza corrieran más rápido las ideas (más rápido que los lamentos de ella) una pregunta afloraba de mi boca para salir triunfante y como el superhéroe que lleva a la víctima centímetros antes de caer, así lo hacía; ¿una revista? ¡una revista! eso es lo que vamos a hacer (¿y de qué manera podría eso ayudar?) bueno, después de planear salidas en bicicleta, enseñarle a tomar fotos y hasta un intercambio en otro país. Ésta era la manera de parar el ocio que le estaba alimentando esas ideas y una oportunidad para mí, para combatir mi INERTE HACER.

La Sociedad de los mirones

Es muy poco probable demostrar que lo que más podría ayudarme a NO DESESPERAR, sería irme de viaje a donde pudiera tomar fotografías de gente con fabulosos escenarios, con un clima decente, que pudiera restaurar MI ÁNIMO POR MIRAR... Y pensar, que deseaba tanto éste clima, ésta lluvia, no, a la lluvia no. Deseaba el frío, que ahora me retuerce ante cualquier esfuerzo por hacer algo DIFERENTE, mas que ESPERAR.
YO que día a día ando buscando entre gente que lucen en las calles como figurines, RETRATOS DE IDEALES PERSONAJES.
Podría ser realmente ésta la afirmación para justificar el NO HACER. Entre LA SOCIEDAD DE LOS MIRONES de la que ahora hago parte, como quien resulta tomando parte en agrupaciones por títulos implícitos de CONVICCIONES IRREALES, para las que nadie ha sido hecho. Y es que si fuera por esto que pienso en los momentos claros del día, no le corresponde a MI INERTE HACER.