miércoles, 28 de julio de 2010

La tarde en que no dejé que una mujer cayera al suelo

Y aquí estaba yo, escuchando a esta pobre mujer romper en llanto, quebrantándose a medida que expresaba todas sus frustraciones (qué tengo yo, que me encuentro con todos los desesperados, deprimidos y personajes que salen de armarios, ¡sin despreciar!) Por momentos se me recogía el corazón al oírla; y yo, que soy insensible para estas cosas.
Íbamos a un foro de libertad de expresión,pues qué más podía hacer yo, que dejarla continuar.
Por mi cabeza iban y venían ideas de cómo "salvar" a esta mujer que había dicho ya: no tengo motivos para despertar, quisiera acabar con esto, es que lo que yo quiero es morir, ésta mujer que aparentemente tiene todo para hacer lo imaginable, se doblaba y desbarataba en estos momentos. Sin sueños,ni motivaciones. Y yo, que tan simple soy para esto, me desbordaba en frases de aliento (no supe de dónde las obtuve, pero eran convenientes y tan ciertas)
En toda esta intimidad que se había desplegado dentro del carro (temí por mi vida, porque era ella quien conducía) llegué a olvidar quiénes éramos para abordar la situación. Y es que no cualquiera se mete en esto y sale ileso. La presión, la duda y las expectativas son tan grandes que si te invaden, te doblegan fácilmente. Y no era la primera vez que me tocaba una sesión de penas. Por lo visto todos estaban más locos que yo, que no llevaba ni la mitad de vida que ellos y con un sueldo que me había sido retirado temporalmente por mi jefe, que también atravesaba una crisis. Pues, con poco dinero y con mi esfuerzo por lograr algo en pleno. Ésta mujer, daba sin velos todas las consecuencias de vivir en ello.
Finalmente, después de que en mi cabeza corrieran más rápido las ideas (más rápido que los lamentos de ella) una pregunta afloraba de mi boca para salir triunfante y como el superhéroe que lleva a la víctima centímetros antes de caer, así lo hacía; ¿una revista? ¡una revista! eso es lo que vamos a hacer (¿y de qué manera podría eso ayudar?) bueno, después de planear salidas en bicicleta, enseñarle a tomar fotos y hasta un intercambio en otro país. Ésta era la manera de parar el ocio que le estaba alimentando esas ideas y una oportunidad para mí, para combatir mi INERTE HACER.

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