jueves, 30 de diciembre de 2010

ANTES DE QUE KATE MOSS ENVEJEZCA

Para este nuevo año, he decidido hacer varias confesiones (porque las listas de propósitos se me hace religioso y bastante engorroso)
Todo el mundo reza que no se debe decir todo lo que se piensa, pero nadie ha dicho que no se pueda escribir (igual, queda entre nosotros) y porque no quiero esperar a que Kate Moss envejezca, yo confieso que:
Yo se los doy a los que menos ego tienen, ese es mi aporte a la justicia social (o por lo menos eso es lo que pasa por mi cabeza, cuando me convierto en una heroína). Confieso que siempre miento en los taxis, soy los personajes de los que ellos esperan, resulta seguro y algunas veces funciona en una disminución de la tarifa (un descuento que es directamente proporcional al tamaño de la mentira). Confieso que suelo creer que duele menos lo que no se ve (pero no aplica a todos los campos). Confieso que descubrí hasta este año que los hombres también son hipócritas (y pueden serlo entre ellos peor que las mujeres). Confieso que también este año, aprendí de una caja de cereal, cómo jugar al Frisbi, el juego del disco volador (ahora espero encontrar instrucciones para ser una mujer dócil y hogareña). Confieso que algunas veces ante mis amigos he presentado a mis amantes como "mi nuevo amigo gay" (así evito lo cotilleros que suelen ser). Confieso que no soy graciosa y yo misma me aburro (a no ser, que tenga sobredosis de café). Confieso que no estoy confesándolo todo (se debe ahorrar, no?, no se llega a rico gastando) Confieso que es un pretexto más para escribir.

FELICES FIESTAS A TODOS!!!

sábado, 27 de noviembre de 2010

DEL MARIHUANERO EN TIEMPOS DE LEGALIDAD

Pipo (Para proteger su identidad, aunque le iría mejor con su verdadero nombre, pero le nombro así por sus nexos con la pipa)
Pipo es mi amigo y es marihuanero. Mientras va armando un porro, me dice; “esto es natural porque es de una mata, no hace daño, es como cuando mi mamá está estresada y se toma una aromática. Se toma una, se calma y después quiere otra”
Pipo por lo general llama a su dealer que le trae, treinta mil pesos de la yerba,
(cabe decir que en este país llegan más rápido los pedidos al dealer que una pizza)y llama pidiendo “una recarga”

Simple curiosidad me causa cuando 'entre humos' de algún amigo marihuanero que precede siempre diciendo “me voy a echar un PLOM” (que en todos los casos,resulta siendo más de uno) insulta a otro consumidor refiriéndose a este como
un marihuanero.

Aunque estas digresiones no son por aquellos que lo hacen: una vez al año,
en alguna ocasión, ni de los que usualmente se la pasan ‘planeando’No, yo hablo de los que se fuman un porro como quien se toma un tinto. A aquellos con los que inician, continúan y finalizan la jornada yéndose a la cama oliendo a bareta.

Esto es una vaga conclusión de una vaga investigación espontánea de observaciones a
los humos verdes. Pipo me dice: “no es que ese es un chirri, tiene pura pinta de marihuanero”;es la yerba que se fuma que distorsiona su imagen o realmente
los marihuaneros se odian entre sí.

miércoles, 27 de octubre de 2010

VAGA SOSPECHA

No se imaginarán el lugar al que fui a cortarme el pelo (Obviamente porque no me conocen. No sabrán qué lugares son los que frecuento) pero yo sé los ilustro:
Prologo del musical “West Side Story” (no tan poético, claro está) Y en mi adaptación; una banda de punketos afilando cepillos, lavando cabezas... y otro jugando… con un gameboy. El piso forrado de cabellos que yacen como alfombra, como quién guarda pertenencias de víctimas, una señal de advertencia, que ignoré, a pesar de mi naturaleza (poco tolerante a ‘insinuaciones de mugre’). El lugar está extrañamente expuesto a los transeúntes que pueden ver, qué pasa por grandes ventanales (aunque nadie echa un vistazo de verdad) Y para terminar de esbozarles el lugar; el ambiente musical, (Sin mentir) ‘armonizaba’ con bandas como The Clash.
Me pidieron que me soltara el pelo, para saber la tarifa, que normalmente en mi caso no esa baja, gracias a una herencia de genes peludos, de los que no me quejo, pero de que cuesta, cuesta (mi cabellera cae lentamente con la gracia, que tendría una doncella) Me piden el abrigo, la bufanda y el bolso (Me despojan de mis atuendos como vampiros, que románticamente rasgan las vestiduras de sus amantes acuosos) Luego me hacen ir al segundo piso (Un simpático joven me conduce delante de él. El mismo, a quien le entregaría mi hermosa cabellera). Alrededor de cincuenta minutos, termina su labor, que como nunca, se me había hecho eterna, junto a una vaga sospecha de que algo no andaba bien. Más tarde sabría, que no tendría ya, el 20% del pelo, y mi furia ya sería en vano; sosegada por la motivación de aprender a cortarme el pelo yo misma (El bello caballero ha terminado conmigo, la satisfacción ha quedado en sus manos) El peluquero se apresta a bajar, y yo, le sigo (Voy corriendo atrás de él, por campos verdes y frescos, como la que intenta ver por última vez el rostro de éste caballero) mis pies patinan en el piso cubierto de pelo y no veo ningún ofrecimiento a devolverme mis cosas. Soy testigo de un cuadro mudo, de miradas sigilosas. Entonces, le pido a la mujer de cabello muy corto, teñido de amarillo (el guardián de el calabozo más putrefacto me impide avanzar y me ignora la mirada) que me acerque mi bolso que es el café que está junto a ella. Me pregunta si es ese mi bolso, el contrario al que obviamente ella sabía, porque antes me lo había recibido. Luego, me traen el resto de mis cosas (de uno de los recovecos más oscuros).
Éste sería el corte de pelo más caro de toda mi vida, la paranoia que me invadió esos cincuenta minutos por el rumbo que podía tener el contenido de mi bolso y mi tarjeta, ya no era una VAGA SOSPECHA. (Encima de todo, mi abuela me dice que me cortaron todo ese pelo, para venderlo)
Por éstos días volví a pasar por allí y vi dos avisos luminosos de neón que antes no había detallado, y decían Tatoo y Piercings, Ah!

martes, 5 de octubre de 2010

En boca de actuales; me insultas con la palabra HIPPIE

No he vuelto a escribir porque he tenido pocos encuentros humanos, he trabajado en horarios extendidos, bajo techo y en una actividad que poco me explota el cerebro, pero que sí demanda mucho tiempo, en pocas palabras, en televisión. Mucha gente piensa que la televisión embrutece, y otros que hacerla, más. Pero este no es el caso (no me he embrutecido más… ¡creo!) Sin embargo, por estos días he descubierto el efecto que una sola palabra causa en mi sistema nervioso, cuando aflora en el aire como incienso; HIPPIE.
Una avalancha de reflejos se vienen a mi 'cyborg'; se me ponen los ojos chinos, se me frunce la sien, la piel se me eriza, la boca me tiembla y finalmente doy dos pasos hacia atrás, cada vez que escucho a alguien pronunciarla. Pareciese que estuviera de moda por estos tiempos, decir; “Tu eres hippie” (Si tiene un comportamiento desparpajado y una manera simple de vestir, que incluye agujeros en la ropa), “Hippie chic” (si en su diario vestir incluye prendas sueltas, largas y con alguno que otro brillante) o en su defecto y a secas “Hippie” (de la misma manera en la que un marihuanero, llama a otro marihuanero; marihuanero).
En mi mente sólo vienen alegorías y una cifra innumerable de imágenes en flashazos de cosas con las que en mi cabeza se produce la asociación, por lo general y en la mayoría de los casos: un lavaplatos rebozando loza, un cuarto diminuto con una cortina ‘floripondia’, una mochila barata, un olor a incienso que se introduce por las fosas y puya el tálamo, una cabellera grasosa, unas uñas largas y descuidadas, un catre, una reunión de gente sentada en el prado tocando la guitarra, un vendedor ambulante de colgandejos, unos Converse rotos, en fin… Hippie, ¿qué hace esa palabra en estos tiempos por aquí, en boca de actuales? ¿Qué función tienen más que nombrar una raza extinta, de un movimiento de sujetos en desocupación? A mí, se me ha convertido en un insulto. Fumar marihuana ya no es de hippies (es de marihuaneros), andar desnudo y exponiendo atributos del edén, no le pertenecen ya (es una ocupación alterna a las comunes), dejarse el pelo largo, ya no es una moda, ni un requerimiento masivo, usar ropa ‘floripondia’, con manchas o desteñidos (es de compras en el mercado de lo usado) y otros más, ya no son de hippie. La palabra hippie y sus definiciones, murió (y está más que descompuesta) junto a Janis Joplin, Jimmi Hendrix, Jim Morrison, Bob dylan, Ginsberg, Jhon Lennon y su última resurrección en Kurt Cobain.

domingo, 12 de septiembre de 2010

El 'Apocalipsis' en el Transmilenio

Nunca me la he llevado muy bien con los niños, les tengo miedo, les huyo, me fastidian, nunca sé qué decirles, ni qué hacer con ellos, les temo, me delatan, no les quiero. En cambio, a los ancianos… Los ancianos me entretienen, me enredan, me hacen sentir feliz, no porque me compare con ellos, si no porque son misteriosos, apacibles, ´quejosos´ inconformes y críticos. Ahora, quién me iba a creer, que son ellos los que siempre me han dado las teorías de conspiración más cuerdas de mi vaga vida (Si eso es conspiración). Pues, me las han dado ellos y, esta vez en un bus de Transmilenio; una mujer anciana, todo me lo ha dicho, desde la ‘Silla Azul’. En resumidas cuentas y, para no hacer más largo este cuento con mis vagas acotaciones, voy directamente al bus. Estoy de pie, frente a la puerta del bus, agotada, me dolían los pies, la espalda, la cabeza y ví esa silla azul detrás de mi. La vi varias veces, como haciéndole cacería, hasta que no me resistí ese trancón, caí ante el hechizo de la ´silla azul´. Me iba acercando lentamente, la mujer anciana que estaba al lado, me decía invitándome; ´Sí, siéntese mija, porque seguro pasó algo (Se me hacía muy extraño que tan tarde en la noche, estuviera esta anciana fuera de su casa) y como lo habrá hecho el Transmilenio, ahí si no saldrá en las noticias´.
Yo sólo quería sentarme. Asentí con la cabeza para no ser descortés (Debí serlo) y éste gesto fue lo que me costó mi tranquilidad y descanso en la silla azul. Entonces, ella siguió, ´Sí, es más por qué cree usted mija, que están rehaciendo las calles?’ Yo dije: ‘Umm…’ no más, lo juro! Ella continuó: ‘Pues, las achican para que haya trancones y la gente decida subirse al transmilenio y, por qué cree que las campañas de medio ambiente, cesaron? Pues, porque el transmilenio es lo más contaminante, no mas compare el carril por donde van todos los carros, y los carriles por los que va solo el Transmilenio, hay puras líneas negras, fíjese (Yo, apenas podía ver la calle) El hermano o familiar del alcalde es dueño de Cementos Paz del Río, se están enriqueciendo y a nosotros nos están obligando a meternos en este horno. No, es que a mi me preocupa.
Ha entrado en un drama ésta mujer, y se ponía cada vez peor, se le cortaba la voz y la respiración, pensé que le iba a dar un ´patatus´, por Dios! Le dije; señora, cálmese, hay que pensar en otras cosas, usted sola no puede cargar con todo (Ay, que bobada he dicho, rezagos de la cátedra de religión)

´No, pero es que si todos pensáramos lo mismo (entre sollozos) si habláramos, mire, yo he ido a todos lados, me he quejado, mi calle también está deshecha. Todas las calles por las que transitan la mayoría de los carros, las principales, las están achicando, a quién se le ocurre hacer un andén junto a un río?’.’Ah! el Apocalipsis se está cumpliendo, es que usted no sabe por lo que van a pasar las próximas generaciones y ésta. Yo voy a orar mucho por usted. Su voz me parece tan bonita´
(Me iba a ganar la salvación, sólo por mi voz, porque del resto, ya sabremos)
La gente que estaba a mi alrededor, a mi vista pasaron a ser figuras inmóviles de cera, todos habían conspirado para que yo tuviera que escuchar a ésta mujer, fue como si la silla azul fuera el agujero negro al que yo había ido a dar, tan pronto me senté allí. Quise cambiarle el tema (esto era de vida o muerte, después cargaría en mi conciencia con la asunción de esta anciana) Y usted, a qué se dedica?, le pregunté constantemente… Tomando alientos entre sus sollozos, contestó: ‘Yo soy pensionada’ (respuesta obvia a su avanzada edad), era maestra, normalista, Ah sí? (fingiendo repentino interés y entusiasmo en sus respuestas) y de qué grados?, qué materia dictaba usted? Así, constantes fueron mis interrogantes, para que la anciana se calmara, en pocas palabras para que a ésta mujer no le diera un paro cardiaco en la silla azul.
Finalmente, le dejaba; hasta luego señora, gusto en conocerle (debía agradecerle por mi ruta bizarra) que le vaya bien. No terminaba la última palabra, cuando la mujer ‘No, qué coincidencia, yo también me bajo aquí ‘ (esa noche tuve que hacer la ruta más larga a mi casa, para no coincidir con la anciana)
Yo no sé ustedes, qué tan extraño les suene esto, pero para mi fue como si alguien me observara. Llegué al apartamento (molida) y cerré la puerta con cerradura. La anciana lograba infundir en mi su paranoia.

martes, 17 de agosto de 2010

Encuentros cercanos de tercer tipo… LOS MICROPENES

Yo realmente no sé, el por qué de estos temas aquí. Por qué escribo sobre esto. No quiero que "esto" se convierta en una revancha feminista (me irrita tanto como el machismo). Pero me nace en eso, una pregunta cuantitativa y directa: ¿Será que todas las mujeres en algún momento de la vida nos encontramos con un micropene?, o una más; ¿Qué tipo de mujer es la más vulnerable a sufrir este develamiento? No voy a investigar sobre cifras de tamaños, de variables masculinas o de mujeres "vulnerables". Pero, en este último año, este micro tema ha aparecido en la boca de las que me rodean, incluso en "los".

Mi amiga Jalea (le voy a llamar así, no sé por qué). Y yo no sé por qué estos temas surgen siempre entre comidas, tal vez por eso ese seudónimo. Jalea había decidido ponerle los cachos a su novio, venganza causada por el mismo motivo. Se fue un fin de semana con su affaire a una isla. Lo que un paisaje caribeño puede brindar a una pareja para su intimidad "la nada", dos días para ellos y nada mas ellos. Para hacer corta esta historia, más corta que la característica del personaje; llegó el momento de cobrar venganza, de poner el "cachito", Jalea está a punto de descubrir que su apuesto elemento de equilibrio entre ella y su novio, no es lo que ella espera (en una isla) o lo que jamás pensó de ese atractivo holograma masculino. Tan pequeño como el dedo índice de la mano de Jalea. Paro aquí; porque no puedo imaginar cuál sería mi reacción a esto, decirle "no, relájate, yo termino con mis dedos, que serían lo mismo o más que lo tuyo", y después me invadiría una tristeza absoluta. Es que no sabría cómo, no hay reacción estándar, o un modelo de comportamiento a eso; si terminar de enchiquecer su ego, mas darnos en sacrificio.
Pero, por qué, por qué le puede ocurrir una cosa como ésta a uno, qué clase de Karma viene siendo éste "Esta será la forma en que pagarás tus deudas con el universo; "a las pequeñas cosas que no viste en el camino", "a los pequeños detalles que ignoraste con tu ambición", o "a la corta visión que encegueces con tu ego". Qué nos hace merecerlo. Bueno, eso debe ser como la estadística, siempre hay un riesgo y un factor, o como la ruleta rusa, llegará el momento fulminante.
Jalea, enormemente desdichada (inversamente proporcional a su placer), después de dos días en "la nada", tenía grandes motivos para regresar con su novio y reconocer que a pesar de todo, él tenía grandes cosas que ofrecerle. Termino aquí, "¿ya?", sin decir más palabras, tal como habría sido la experiencia de Jalea.

viernes, 6 de agosto de 2010

El día en que le di un regalo a un taxista, el mismo día de mi striptease (en este caso estriptís)

Y ahí iba yo, en ese taxi. Regresando de viaje, de la visita interrumpida a mamá (de la que me había ido escuchando a Ozzy cantar “Mama I´m coming home”). Una llamada la tarde anterior, me obligaba a regresar hoy, bajo una promesa de “ocupación”.
El tiempo me pisaba los talones (y me pellizcaba las nalgas, jajaja), miraba mi reloj, miraba mi facha, miraba el reloj, daba indirectazos al taxista para que corriera (sin éxito. Los taxistas van al ritmo de una canción vallenata, eso es preciso)
Entonces, fue mayor mi desesperación, mayor a mi pudor. Miro al señor conductor (o señor taxista, según su vocabulario), lo miro por el retrovisor y le pregunto: “¿¡Señor! Le importa si me cambio aquí? no voy a alcanzar a llegar a tiempo para ir hasta mi casa, y no puedo llegar a mi cita, así como estoy” (el pantalón que uso para ir en bici, un saco que es el doble de mi talla y unos zapatitos que había comprado en el mercado, en Boyacá).
El señor taxista (entre asustado y sorprendido) ríe y dice: “hágale” (¿hágale? Que suena más como “ágale” que palabra más anti sexy para mi hazaña que debió tener como banda sonora “Crazy” de Aerosmith). Usurpo de mi maleta lo que apenas distingo (igual, nada podría ser peor al atuendo que ya llevaba puesto) me quito los pantalones, (eso sí, sin ver nada que me hiciera arrepentir y viendo las desventajas que tiene el ser alta y el no tener un bronceado) los cambio a la vez que me quito los zapatos; que se habían atascado en la bota del pantalón, tomo la blusa (y aquí; ¡sin asco! Pude verle los ojos despabilándose. Ni tiempo tuve de ver los rostros de los ocupantes de los carros vecinos) cambio mi blusa tan rápido como puedo, como haciendo trucos de magia (torpes y mal hechos) ¡Bien! Ya estaba, lo había logrado.
Le dije al taxista para romper el hielo (después de aquello, estaría muy frío, no?) “Menos mal, no estoy yendo a casarme”. Rompe en carcajadas y dice cosas que no entendería, palabras entre las muelas...
Restarían 5 minutos más para llegar a mi destino (5 min, contados con ábaco)
Ahora que escribo esto, pienso que no debió cobrarme la carrera, bueno qué más da, (sí, me regalé), y todo esto, me hacía sonreír mientras iba a mi cita; en este bus de Transmilenio.

viernes, 30 de julio de 2010

El día en que Carla supo que su vagina era diferente

Y ahí estaba yo, como de costumbre; un café y un palito de queso, (rollo de queso que venden en las cafeterías) en el comienzo de la jornada, hablando con todos y de todo. De repente, un ente masculino suelta el preludio de lo que sería un descubrimiento para Carla… y para todos los presentes, sobre Carla. Flashback: Previamente, en uno de los programas se había hecho una exploración visual de un personaje que gusta de las perforaciones (ablación) y tenía una de esas en su vagina) Hablando, hablando… hablando, dice el ente: “… pero esa vagina era como fea, rara y muy parecida a una lechuga, floreada, ¿no?” Rompemos en carcajadas, miradas van y vienen, y en medio de aquello, Carla mece sus ojos y exclama: “¿Cómo no es normal eso?”
Upps!!! Carlita no tenía vuelta atrás, debía afrontar la confesión de su particular defecto, y sortear su asombro (como quien descubre frente al espejo que tiene una pierna más corta que la otra o viceversa)
Las mujeres presentes (4 mujeres vs. 3 hombres, porque es un hecho, hay sobrepoblación de mujeres) identificamos nuestras vaginas en una fotografía, buscada en la blackberry de Dora, a través de google. Aquí les dejo el link, para quien quiera ver las diferentes clases o por si alguna de ustedes quiere comparar con la suya (ver aquí)
Una a una, fuimos pasando por la prueba de señalar, cuál era como la suya. Los hombres presentes que habían sido el detonante de este develamiento (como en todo, tiran la piedra y esconden la mano) habían pasado a segundo plano. Esto era cuestión de orgullo femenino. Carla, que es desparpajada, sencilla y carismática había salido sin pena, ni gloria, ante su descubrimiento, una mañana en la que descubrió tener ‘algo diferente’. Hoy no pensamos en la vagina de Carla. Sólo recuerdo con gracia a Carla (y yo, orgullosa de la mía).

miércoles, 28 de julio de 2010

La tarde en que no dejé que una mujer cayera al suelo

Y aquí estaba yo, escuchando a esta pobre mujer romper en llanto, quebrantándose a medida que expresaba todas sus frustraciones (qué tengo yo, que me encuentro con todos los desesperados, deprimidos y personajes que salen de armarios, ¡sin despreciar!) Por momentos se me recogía el corazón al oírla; y yo, que soy insensible para estas cosas.
Íbamos a un foro de libertad de expresión,pues qué más podía hacer yo, que dejarla continuar.
Por mi cabeza iban y venían ideas de cómo "salvar" a esta mujer que había dicho ya: no tengo motivos para despertar, quisiera acabar con esto, es que lo que yo quiero es morir, ésta mujer que aparentemente tiene todo para hacer lo imaginable, se doblaba y desbarataba en estos momentos. Sin sueños,ni motivaciones. Y yo, que tan simple soy para esto, me desbordaba en frases de aliento (no supe de dónde las obtuve, pero eran convenientes y tan ciertas)
En toda esta intimidad que se había desplegado dentro del carro (temí por mi vida, porque era ella quien conducía) llegué a olvidar quiénes éramos para abordar la situación. Y es que no cualquiera se mete en esto y sale ileso. La presión, la duda y las expectativas son tan grandes que si te invaden, te doblegan fácilmente. Y no era la primera vez que me tocaba una sesión de penas. Por lo visto todos estaban más locos que yo, que no llevaba ni la mitad de vida que ellos y con un sueldo que me había sido retirado temporalmente por mi jefe, que también atravesaba una crisis. Pues, con poco dinero y con mi esfuerzo por lograr algo en pleno. Ésta mujer, daba sin velos todas las consecuencias de vivir en ello.
Finalmente, después de que en mi cabeza corrieran más rápido las ideas (más rápido que los lamentos de ella) una pregunta afloraba de mi boca para salir triunfante y como el superhéroe que lleva a la víctima centímetros antes de caer, así lo hacía; ¿una revista? ¡una revista! eso es lo que vamos a hacer (¿y de qué manera podría eso ayudar?) bueno, después de planear salidas en bicicleta, enseñarle a tomar fotos y hasta un intercambio en otro país. Ésta era la manera de parar el ocio que le estaba alimentando esas ideas y una oportunidad para mí, para combatir mi INERTE HACER.

La Sociedad de los mirones

Es muy poco probable demostrar que lo que más podría ayudarme a NO DESESPERAR, sería irme de viaje a donde pudiera tomar fotografías de gente con fabulosos escenarios, con un clima decente, que pudiera restaurar MI ÁNIMO POR MIRAR... Y pensar, que deseaba tanto éste clima, ésta lluvia, no, a la lluvia no. Deseaba el frío, que ahora me retuerce ante cualquier esfuerzo por hacer algo DIFERENTE, mas que ESPERAR.
YO que día a día ando buscando entre gente que lucen en las calles como figurines, RETRATOS DE IDEALES PERSONAJES.
Podría ser realmente ésta la afirmación para justificar el NO HACER. Entre LA SOCIEDAD DE LOS MIRONES de la que ahora hago parte, como quien resulta tomando parte en agrupaciones por títulos implícitos de CONVICCIONES IRREALES, para las que nadie ha sido hecho. Y es que si fuera por esto que pienso en los momentos claros del día, no le corresponde a MI INERTE HACER.